Tempranillo: Un poco de historia en la evolución del vino de Rioja
Pablo García-Mancha
Periodista
El tempranillo es la gran variedad tinta de los vinos españoles y encuentra históricamente en Rioja el territorio para ofrecer su máxima expresión de finura y elegancia. Pero su historia en nuestra región está cargada de anécdotas y razones en las que confluyen crisis terribles como la filoxera, la evolución económica y el trabajo de grandes figuras que marcaron el camino de la DOCa Rioja. Os invitamos a realizar un viaje por la historia del tempranillo en Rioja y su evolución hasta convertirse en el cultivar más importante de esta tierra.
En 1912, Nicolás García de los Salmones catalogó 44 tipos de uva en la provincia de Logroño y 26 en Álava. Treinta años más tarde (1942), Juan Marcilla contaba únicamente once tipos de uva en el ámbito de la D.O.C. Rioja.
Nicolás García de los Salmones
Nicolás García de los Salmones fue uno de los padres de la ingeniería agrónoma en España. Nació en Cantabria en 1865 y viajó por Francia para conocer a fondo el progreso de la recuperación de los viñedos galos tras la filoxera con la incorporación de pies americanos. En 1893 publicó una obra fundamental en la materia titulada ‘La invasión filoxérica en España y las cepas americanas’. En 1904 fue nombrado director de la Estación Agropecuaria de Navarra, cargo que desempeñó hasta 1912 y desde el que realizó una destacada labor en la lucha contra la filoxera en Navarra y La Rioja. Publicó importantes informes técnicos sobre portainjertos que contribuyeron, de manera decisiva, a la reconstrucción del viñedo y a la eliminación definitiva de la plaga.
La crisis francesa derivada del desastre de la filoxera a finales del siglo XIX lleva a España a una impresionante extensión del cultivo de la vid para la exportación hacia el país vecino. La viticultura de cantidad se impuso a la de calidad, aunque éste no fue el caso de La Rioja, ya que cómo expresa Ludger Mees en su estudio ‘La Viticultura en Navarra y La Rioja (1850-1940), fue precisamente en la segunda mitad del siglo XIX cuando los consumidores nacionales e internacionales comenzaron a a asociar las palabras ‘Rioja’ y Calidad’.
En 1850, uno de los enólogos más decisivos de la historia del vino español, Víctor Manso de Zúñiga, director de la Estación Ecológica de Haro, ya colocaba a los vinos riojanos a la cabeza del escalafón español.
Víctor Manso de Zúñiga
Víctor Manso de Zúñiga fue otro de los agrónomos esenciales en la reconstrucción del viñedo en España tras el ataque de la filoxera. Nació en Vitoria en 1855 y su contribución a la reconstitución del viñedo filoxerado fue decisiva, gracias a sus estudios sobre las características de los terrenos y la calidad y tipos de las vides más adecuadas para cada uno de ellos. Desde su puesto como director de la Estación Enológica de Haro, fue uno de los grandes pioneros del estudio de las principales variedades de Rioja. Destacan sus ensayos y trabajos realizados sobre el valor enológico de las variedades de uva de La Rioja, la influencia del desgranado en la acidez y riqueza alcohólica de los vinos.
«En España no hay comarca donde los vinos objeto de este capítulo hayan adquirido el renombre que en La Rioja, gracias a su esmerada elaboración». En 1885 la cantidad del vino fino comercializado (obtenido a través de los procesos de elaboración llegados de Francia a través del Marqués de Murrieta o Marqués de Riscal, Jean Pineau el proyecto Medoc Alavés) en el mercado nacional duplicaba a la del vino ordinario (30.000 hl/15 .000). Al extranjero iban otros 5.000 hl. Y todo se vino abajo con la plaga de la filoxera.
Antonio Larrea explicaba que existía muy poca documentación sobre cuáles eran las variedades de vid en las distintas épocas históricas en Rioja hasta la llegada de la filoxera. Suponía que los vinos de Rioja serían muy típicos y tendrían características que los harían distintos a los de otra zona de España, posiblemente ásperos y con terruño muy marcado. La filoxera supuso un barrido general de variedades de vid. La filoxera en 1892 fue detectada en Navarra y después arrasó casi la totalidad de los viñedos riojanos
La crisis fue brutal en La Rioja. En 1905 sólo había para la replantación 50.000 vides de plantas resistentes en los viveros públicos. Es decir, ni siquiera para una replantación de 17 ha. de viñedo. Una cifra ridícula en comparación con los 3.900.000 de plantas americanas ofrecidos por los viveros públicos de Navarra.
En Navarra fue la Diputación la que desde un principio dirigió las tareas de recuperación, aunque la selección de variedades, fundamentalmente la garnacha, fue muy criticada por los viticultores, pues se quejaban de la escasa calidad de los vinos producidos frente a los que utilizaban el tempranillo Una bodega histórica, Bodegas Franco-Españolas, se convirtió en el mayor viverista de la época en Rioja. A falta de ayudas financieras, la replantación seguía siendo para el pequeño viticultor una tarea enormemente costosa. Hasta 1910, en Rioja no se dio un impulso para la replantación, con la creación de la Caja Vitícola Provincial: un banco agrario financiado por medio de emisión de obligaciones, con la función de prestar a sus clientes plantas, máquinas, abono y dinero para la replantación, recuperando el dinero prestado después de un período de carencia de cinco años en cinco pagos anuales con un interés del 5%.
El reglamento de la Caja dejaba bien claros los criterios técnicos y económicos modernos que debían guiar el proceso de replantación. Para la concesión de créditos se exigían al propietario condiciones que afectaban no al rendimiento sino a unos mínimos de calidad: menos garnacha y más tempranillo, más lento en dar fruto y de menor producción, pero indispensable en la tipificación del vino riojano de calidad. En Rioja Alavesa el viñedo salió fortalecido tras la crisis con trabajos en viticultura como el abonado, tratamientos y gracias a la sustitución de las viníferas como el graciano y el mazuelo por tempranillo.
En la decisión sobre las variedades jugó un papel fundamental el magisterio de la Estación enológica de Haro que había estado experimentando durante años con distintas cepas hasta llegar a una primera definición varietal de los vinos de Rioja: “En la composición de la mezcla de uvas para obtener un buen caldo deberá entrar el tempranillo en la producción de un 75% y el garnacho y el mazuelo en las dosis respectivas de un 15% y un 10%”.
Víctor Cruz Manso de Zúñiga tomó dos decisiones en Rioja que han dejado una huella imborrable. Reunió todas las variedades que pudo en el campo de experiencias de la Enológica de Haro y realizó la descripción de cada una de ellas. 14 en total.
La realidad es que al final de la etapa de Víctor Manso de Zúñiga, los vinos de Rioja se componían de tres variedades los tintos y de dos variedades los blancos. «Las demás variedades iban desapareciendo, suavemente, y sin que su pérdida fuera objeto de ningún comentario que recordemos». Pero la cuestión no se detuvo ahí; a medida que se iba mecanizando el campo el cultivo de la vid, y muchas laderas iban desapareciendo, iban disminuyendo las variedades de poca producción, o de mucho costo de tratamiento sanitario. En suma, escribe Larrea, con el tiempo los vinos de Rioja eran casi monovarietales, y tal vez, apareciendo dos tipos de vino tinto, el de dominancia de tempranillo, que se destinaba a envejecer lentamente, y el de garnacha, destinado a vinos más de mesa, para que apareciera mucho antes en el mercado. Más de una vez, el vino de tempranillo recibía sus dosis de garnacha para que el envejecimiento fuera más rápido. Larrea llamaba en 1956 Rioja típico al resultante de la mezcla de 75% de tempranillo, 15% de graciano y 10% de mazuelo.
Antonio Larrea
Andaluz de nacimiento y riojano de adopción, el agrónomo Antonio Larrea es una de las figuras capitales para entender el mundo del vino en La Rioja desde la posguerra a la década de 1970. Director de la Estación Enológica de Haro (30 años) y del Consejo Regulador (20 años).
Fue un gran divulgador de todo lo relacionado con la vitivinicultura y enfocó sus trabajos a la formación de los agricultores y de los elaboradores, esfuerzo que se plasmó en la publicación de numerosas cartillas sobre técnica vitivinícola. Una de sus mayores preocupaciones fue la de dignificar el trabajo del viticultor.
Puso las bases del modelo de éxito de Rioja. El futuro pasaba por la elaboración de vinos de calidad y por la exportación y Larrea lo supo leer. Tenía claro que había que construir una marca común, Rioja, y fue aglutinando las distintas visiones particulares para la primera construcción de la marca. Puso los primeros controles de origen y los primeros veedores. él ya escribía que «el buen vino se hace en la viña».
Los cambios de los distintos reglamentos
A partir de 1965 hacia el reglamento de 1970
Otro momento esencial en el desarrollo de la variedad tempranillo en Rioja fue en 1965, cuando el Ministerio de Agricultura avanzaba diversos aspectos del reglamento de la DO Rioja que estaba sobre la mesa, aprobado finalmente en 1970. Una de las recomendaciones más importante se centraba en la importancia de la variedad tempranillo como la más característica de la zona Rioja y en la posibilidad de estimularla sobre las demás variedades; también se apuntaba la necesidad de fijar topes máximos a la producción por hectárea según las distintas variedades.
Curiosamente, en 1976 el catastro desveló que las inversiones en renovación del viñedo riojano habían sido escasas. En la provincia de Logroño el campo de vides se componía de un centenar de miles de parcelas (103.104), de las que una cuarta parte no superaba las 0,1 hectáreas de superficie, mientras que las que estaban por encima de la hectárea sólo llegaban aproximadamente al 3 % del total. Casi la mitad, además, estaban plantadas antes de 1935, de tal suerte que la mitad del viñedo superaba una edad media de 40 años en 1976.
1976. La garnacha dobla al tempranillo.
Contra lo que cabía esperar, eran los años sesenta los de mayor dejadez: no sólo no se había replantado, sino que se habían descepado millares de hectáreas de viñedo, para dar cabida a otras plantaciones: fruta, pepinillos, cebolletas… todo ello en paralelo a la creciente demanda de frutas, productos de conserva. Finalmente, el catastro descubría que la garnacha dominaba en las uvas de vinificación de tintos, doblando al tempranillo, y la viura en los blancos.
1998 El tempranillo alcanza el 68 por ciento de las variedades riojanas.
Las variedades de uvas consideradas por los Reglamentos de 1976 y 1991 como «principales» o «preferentes» para la elaboración del Rioja llegan también al mayor porcentaje de superficie inscrita, con el 82 % en el año 1998. La tinta tempranillo, la gran variedad del Rioja, afortunadamente en expansión, alcanza el 68 %, y la blanca viura, en retroceso, llega al 14%. El resto de variedades son testimoniales, salvo la tinta garnacho, que aún ocupa unas 9.000 hectáreas, casi el 18 % de la superficie. Las plantaciones se han rejuvenecido. El 50 % son posteriores a 1981, aunque queda aún una cuarta parte con una antigüedad superior a 1960.
2020 Rioja, el reino del tempranillo, 79,78 por ciento
El tempranillo es la variedad por excelencia en Rioja. Del total del cultivar, el 90,95 por ciento corresponde a variedades tintas y de dicho porcentaje, casi el 80 por ciento corresponde al tempranillo (92,20 % en Rioja Alta; 78,23 % en Rioja Oriental y 96,58 % en Rioja Alavesa).
El caso de La Rioja Oriental
La subzona de Rioja Oriental es la más diversa en cuanto a las variedades plantadas en el total de la DO, tanto en varietales tintos como en blancos. El tempranillo es la casta dominante, con un 78,23 por ciento, pero cuenta con un 13,73 por ciento de garnacha, un 3,18 de mazuelo, un 4,10 de graciano (los cultivares propuestos históricamente para realizar los clásicos coupages riojanos), además de otras variedades minoritarias como la Maturana tinta. Rioja Oriental es el gran reservorio varietal de Rioja.
Una imagen de La Pasada, tempranillo de altura extrema en Quel
El tempranillo de Queirón en Quel
Como explica José Peñín, la tempranillo como uva precoz se encuentra a sus anchas en zonas continentales de pluviometría en torno a los 400 litros anuales, con una climatología de amplitud térmica, es decir, temperaturas nocturnas en agosto no superiores a 16 grados y diurnas no más allá de los 33 grados, pero siempre con una segura insolación.
Es decir, muy similares a las condiciones climáticas de las zonas de altura como es el caso de Quel, en Rioja OrientaL, donde se encuentra la práctica totalidad de los viñedos de Ontañón Familia. Veamos. En Quel, los veranos son cortos, calientes, secos y mayormente despejados y los inviernos son fríos y parcialmente nublados. Durante el transcurso del año, la temperatura generalmente varía de 2 °C a 30 °C y rara vez baja a menos de -3 °C o sube a más de 35 °C. La mayoría de la lluvia cae durante los 31 días centrados alrededor del 4 de noviembre, con una acumulación total promedio de 420 litros anuales. La edad media de los viñedos de tempranillo de Ontañón Familia es de 30 años, ya que fueron plantados en los inicios de la década de los noventa en una zona de altura en suelos pobres y de textura franco-arenosa (16.9% Limos, 73.1% Arena, 10% Arcilla), y en una enorme diversidad de exposiciones, terrazas y conducciones.